Marsella Guía de viaje
Acerca de Marsella
Junto al azulado mar Mediterráneo y rodeado de colinas doradas y los famosos acantilados blancos de Calanques, Marsella está situada en un maravilloso enclave. Y como mucho de sus habitantes cuentan, en un acento un tanto peculiar que los extranjeros tienen dificultades en entender, todos ellos aman a su ciudad y están muy orgullosos de ella.
Marsella es la segunda ciudad más grande de Francia y la más antigua también. Fundada por los foceos 600 años a.d.C. (el nombre de la ciudad por entonces era Phocee), más tarde se convirtió en un puerto comercial bajo la influencia de los romanos (Massilia), antes de evolucionar entre los siglos XV y XIX en torno al puerto comercial y la industria local, el jabón (el famoso savon de Marseille).
Marsella ha sido siempre puerta de entrada a África y el paso de muchos barcos por el Mediterráneo y por eso ha contado siempre con una gran variedad de culturas (Alexandre Dumas dijo una vez de ella que era "el punto de encuentro de todo el mundo"). Sin embargo, el flujo de inmigrantes no ha convertido a Marsella en una ciudad rica, pero sí en una ciudad rebosante de cultura.
La ciudad que creó el himno nacional de Francia ya no se avergüenza de su pasado, si no que ahora se enorgullece de su individualidad. Marsella solía tener un alto índice criminal, pero durante las dos útimas décadas se ha sacudido esa horrorosa imagen gracias a la inversión pública, y su apariencia actual no tiene nada que ver con la de antaño. Pero por ello no ha perdido ni su sabor ni su particularidad.
Marsella tiene un clima templado durante todo el año, y hace sol casi todos los días (la ciudad goza de más de 3.000 horas de sol al año). El Mistral sopla especialmente en otoño lo que propicia la práctica de varias actividades acuáticas.